Prácticamente todas las plantas pueden beneficiarse de un sustrato con base de turba, aunque dependiendo de sus necesidades concretas usaremos la negra, rubia o una mezcla de ambas, siendo esta última opción la más común.
Las plantas hortícolas, las plantas con flor y los árboles agradecen el uso, siempre y cuando se les aporten más nutrientes en forma de abono.
Las plantas acidófilas, es decir, las que necesitan de suelos ácidos para su correcto desarrollo, encontrarán en la turba rubia su mejor aliada, ya que adapta el pH del suelo a sus necesidades además de proveer un sustrato con una alta retención de humedad. También necesitarán de un aporte extra de nutrientes, excepto en casos como los de las plantas carnívoras o los cactus, que necesitan de suelos pobres en materia orgánica. Cuando usamos la turba rubia para acidificar el suelo, lo habitual es mezclarla en un 50% o un 40% con turba negra.